miércoles, 25 de mayo de 2011

FORO SOBRE LA MUERTE EN LA FILOSOFIA CONTEMPORANEA

MUERTE DE DIOS O MUERTE DEL HOMBRE
GOD´S DIETH OR MAN´S DEATH
Autor:
Santiago Soto Giraldo. Aspirante al bachillerato filosófico, se encuentra cursando 7º semestre del ciclo filosófico en el Seminario Diocesano
Nuestra Señora, de Marinilla-Antioquia. Correo electrónico:
sotosantiago52@gmail.com.

Resumen:
Se desarrollará en este escrito una aproximación a la muerte de Dios, desde un punto de vista objetivo, tratando de conceptualizar la doctrina nietzscheana del nihilismo, entendido como la desvalorización absoluta de la realidad total, la sujeción de juicios morales exógenos, donde el único recurso que queda es la nada; pero en la cual necesariamente, se acude a un eterno retorno, allí todo lo que había, va retornar, junto con nosotros. De tal modo lo que verdaderamente va importar, no es tanto la muerte de Dios, sino la muerte del mismo hombre, pues es esta la que cuestiona de manera concreta a la persona, llevándola a la reflexión sobre si misma, y que es tomada más como un problema antropológico que metafísico.  

Palabras Clave: Nihilismo, Muerte, Dios, Moral, Vida.

Abstract:
In this text will be developed an approximation to god´s death, from an objective point of view, trying to conceptualize Nietzsche´s doctrine of nihilism, understood as a total devaluation of reality, the suppression of exogenous moral opinions, where the unique resource that appears is the nothing; but in which, necessarily, we go to the eternal return, there, everything that existed, is going to return with us.   For that reason, it is truly important the death of man, not god´s death, because this is that question in a concrete way the person, making it to think about itself, and that is taken as an anthropologic matter more than metaphysic.

Key words: Nihilism, Death, God, Moral, Life.
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La filosofía de Friedrich Nietzsche ha recibido buenas críticas en general, además es considerado uno de los pensadores más ilustres y representativos de la doctrina filosófica del siglo XX, a tal punto que su sistema se denomina un caso sui generis, con su denominado vitalismo filosófico algunos de sus pensamientos siguen haciendo eco en nuestra época, a tal punto que los conceptos de Nietzsche han sido discutidos y ampliados por personalidades de la filosofía contemporánea como Karl Jaspers, Martín Heidegger, Martin Buber  entre otros; lo cual habla de la importancia de su sistema filosófico y la influencia en el pensamiento posterior.
                                                                                        
La reflexión de este  filósofo, está enmarcada en una crítica a la cultura occidental, dada a través de la filosofía, la religión y la moral, desde donde promulga la muerte de Dios. Otro tema relevante de su pensamiento es lo apolíneo y lo dionisiaco, que inmediatamente le conducirá al nihilismo, como manifestación de la inconformidad con la sociedad de su época, marcada por unas estructuras opresoras y alienantes. De tal manera, el nihilismo también es según Nietzsche:

‘‘La consecuencia necesaria del cristianismo, de la moral, de los conceptos de verdad de la filosofía. Entonces cuando las ilusiones pierden su máscara, entonces lo que queda es nada: el abismo de la nada’’. El nihilismo como estado psicológico, surgirá primeramente cuando hayamos buscado un sentido a cualquier suceso que no lo tenga, de manera que el que busca acaba perdiendo el ánimo. Este sentido podía ser la realización, el crecimiento de un valor moral; lo que debemos verificar con el valor es que la desilusión respecto a este pretendido fin es una causa del nihilismo[1].

Hoy en día, un gran número de personas están optando por un ateísmo práctico, pues no quieren saber de verdades absolutas de las antiguas estructuras apolíneas caracterizadas por el orden, el yugo del poder social representado en ellas y por ello, están dando cabida a la creación de morales subjetivas e individuales, están dando entrada a una vivencia dionisiaca, del momento y la euforia, según la cual todo es válido, acentuando de esta manera el relativismo en la época presente, pues cada uno piensa y defiende su propia verdad; no obstante hay realidades que son, que no dependen de nosotros como la muerte, lo cual es desconocido por estas teorías hedonistas.

Toda la filosofía de Nietzsche da campo para una reflexión más profunda del hombre, para poder alcanzar la liberación de las cargas que no le son propias,  que le han sido impuestas, es aquí donde él hará una fuerte crítica a la religión, especialmente al cristianismo, cuya moral de esclavos no permite hacer hombres en el sentido pleno de la palabra. Así pues se nota la muerte como una imposibilidad que es asumida de forma inauténtica desde la fe, pues es un simple consuelo para quienes no aceptan el camino del superhombre, de la autonomía.

Por lo tanto, Nietzsche habla de  la muerte de Dios, dando apertura al Nihilismo eterno, el cual caracteriza su filosofía, esto para él significará simplemente la nada, porque si ya no hay cielo, ¿qué queda? Es pues, esta la reacción necesaria frente al cristianismo y su moral. Pero hay dos tipos de nihilismo: ‘‘Nihilismo positivo cuando en el cristianismo, el concepto de verdad se pierde, cuando el hombre se autolibera de lo apolíneo; el nihilismo negativo surgirá como un estado psicológico, que consistirá en encontrarle sentido a cualquier suceso que no lo tenga, es un sinsentido, una pérdida de todo’’[2].
Aquí podemos ver como va  tomando fuerza la doctrina del nihilismo provocando la muerte de Dios, porque si este murió, ¿que nos queda? Nada, y si no hay nada, se sigue que necesariamente debe haber un eterno retorno:
Mas bien es, pues, una forma de concepción y de vivencia del tiempo que reinscribe  todo el pasado en un sentido y que configura el presente como el conjunto de posibles y de imposibles, que es determinado retrospectivamente por el futuro, es decir, solo en una perspectiva futura se puede calificar un presente digamos como obstáculo o como medio  de algo que esta en el futuro, si nada estuviera en el futuro entonces no sería calificable en absoluto ningún presente[3].
Podemos ver que de fondo hay un problema antropológico, por el simple hecho de las consecuencias que trae consigo la pérdida de lo trascendental en la configuración del mundo de cada ser personal. Es esto, lo que se está viviendo en la actualidad, no es tanto la problemática de la muerte de Dios sino de la muerte del mismo hombre, que carece de ideales. Así que, ‘‘Esa es la doctrina del eterno retorno, el amor necesario, el mundo no avanza en línea. Todas las cosas retornan eternamente y nosotros con ellas’’[4]. El amor fáctico, debe verse en la aceptación del hombre.
Nietzsche en su texto “la voluntad del poder”  decía: “Desde hace mucho toda nuestra cultura europea, presa de una tensión angustiosa que aumenta de década en década, se encamina a una catástrofe -inquieta, violenta y precipitada; cual río que ansía desembocar en el mar, ya no reflexiona, tiene miedo de reflexionar”[5], por lo que él veía, el hombre no estaba reflexionando, por un mas allá estaba olvidándose de un mas acá. En últimas quería rescatar al hombre, darle una vida más llevadera y sin engaños, afrontarla tal como es, una vida dura que cuesta llevarla, que cuesta reflexionarla a diario, y que debe ser asumida tal como es, por eso llega a decir: “vivir de modo que la vida no tenga ningún sentido, es ahora el sentido de la vida”[6], es decir, un querer vivir sin engaños. Donde toda la duda del engaño se aclara  y se manifiesta diciendo que: “En otro tiempo el delito contra Dios era el máximo delito, pero Dios ha muerto y con El han muerto también esos delincuentes. ¡Ahora lo más horrible es delinquir contra la tierra y apreciar las entrañas de lo inescrutable más que el sentido de aquélla!”[7]
El gran problema que llega después es que hay una total negación de lo trascendental, se quiere acabar en el hombre la parte mística, creer en Dios es una cobardía ya que es un engaño, y así surge la llamada muerte del hombre.
De igual manera Nietzsche no está de acuerdo con Sócrates porque ha roto la armonía que se tenía con la dimensión dionisiaca y ‘‘lo va acusar de asesino estético pues se aparta del arte para confiar en las ciencias, niega los instintos y afirma la moralidad aniquiladora de la vida’’[8], lo que le da pauta a Nietzsche, para manifestar que ‘‘la cultura occidental esta viciada desde sus orígenes, pues es una cultura que se opone a la vida, a los instintos; empeñada por instaurar la racionalidad a toda costa suplantándola por lo vital, lo afectivo, lo instintivo’’[9] .
Al manifestarse todo lo anterior la cultura occidental, destruye la vida, poniendo por encima la razón; de igual manera abre una brecha para una gran crítica al cristianismo, ya que éste mató la vida, mató la sexualidad y fuera de eso empezó a considerar todo pecado; por tanto, considera que: ‘‘cristianismo, revolución, supresión de la esclavitud, igualdad de derechos, filantropía, amor al prójimo, justicia, verdad; todas estas palabras tienen valor en la lucha, como estandarte, no como realidades, sino como palabras magníficas para otras cosas completamente diferentes y aún opuestas’’[10].
Pero esto no es todo, Nietzsche bebe también de la teoría evolucionista que propone Darwin, donde dice que la razón es fruto de una evolución y  si el conocimiento es fruto de una evolución: el hombre no es razón, es instinto. Esto, pues, también nos hace replantear el presupuesto de que las ideas  no son  lo central  del hombre, ya que sería una primacía de la razón, con la cual no esta de acuerdo Friedrich. Esto va dando forma a la  reflexión de Nietzsche poniendo de manifiesto que, ‘‘cuando Zarathustra estuvo solo, vino a decirle a su corazón: ¿será posible? Ese santo varón, metido ahí en su bosque, ¡no ha oído aún que Dios ha muerto!’’[11], con esta afirmación pone de manifiesto la  esencia de su pensamiento, esto significa pues, que al quitarle al mundo el sujeto creador estamos liberados, sin embargo con esto el ser humano, ha perdido totalmente la orientación en el mundo.
Y ahora ¿Cómo podemos evidenciar las consecuencias del nihilismo en la actualidad? Eh aquí un ejemplo: hoy en día hay un miedo por el calentamiento global ya que ello supone la muerte y el sufrimiento del mismo hombre. De allí podríamos decir que, la pérdida de la concepción de lo sagrado sobre lo natural, trae consigo la desvaloración de la vida, el detrimento de la relación hombre mundo establecida desde la concepción cristiana del génesis, la esperanza desaparece del horizonte humano, puesto que sólo se puede confiar en el hombre mismo que contradictoriamente es el autor de tal situación adversa.
Antiguamente los presocráticos intentaron buscar un principio material y originario de la realidad llamado physis, pero este principio se consideraba sagrado; con el cristianismo también la naturaleza adquiere este mismo carácter y es puesta allí por el Creador para el servicio del hombre, sin embargo, llega posteriormente la modernidad y la revolución industrial, ya no importa tanto el carácter sagrado sino el beneficio personal, llegando a una sobrexplotación de la naturaleza, de sus recursos y causando estragos, desequilibrios en el ambiente, en la vida misma del hombre, ya que depende de la naturaleza, sin embargo ya no hay conciencia de creación ni referente para el hombre; la cuestión no queda allí, el hombre está tomando conciencia de su papel en el mundo, por eso hoy en día surgen nuevas religiones y sectas tratando de enfocarse en la naturaleza, tratando de rescatar lo sagrado, perdido con la descentralización de los referentes sagrados.
Tampoco se puede echar a la borda el tema de la  pérdida de lo místico y lo trascendental, porque de allí surge la estructura moral humana que viene fallando en nuestros tiempos; si no hay Dios todo me está permitido. La moral se queda sin un fundamento por el cual regirse, por eso ya no importa robar, violar o matar, sea por un celular o por mil pesos. El hombre se hace un falso dios y desfigura la libertad, la convierte en un simple libertinaje, dando prioridad a los sentimientos y emociones; pero olvidando que también es un ser racionales y con capacidad de apertura hacia el otro, olvida que son las personas con quienes se comparte, la naturaleza que le rodea, el mismo Dios los cuales regulan y dan sentido a la vida humana.
Para concluir, ‘‘Nietzsche pretendió encerrar demasiado contenido  en la inmanencia de lo humano y terreno, y forzó estas realidades  hasta quebrarlas. Quiso saciar su sed  de infinito en lo finito, y ensanchó lo finito hasta desintegrarlo. Su afán de radicalidad y autenticidad, le llevó a revolverse ferozmente  contra  todo aquello que  para él significaba límite o condición, y quedó en el vacío  de lo ilimitado negativo’’[12].
En  definitiva, Nietzsche con la muerte de Dios iba a dar lugar a algo totalmente nuevo en la historia del ser humano, la idea de la libertad absoluta en el hombre como nueva medida de todo el universo. Pero la cuestión no legisla  tanto en la muerte de Dios, es la muerte del mismo hombre la cual nos afecta y nos cuestiona, lo que nos lleva más bien a un problema mas de tipo antropológico que metafísico, por tanto sigue el interrogante abierto de qué se debe reflexionar ¿de la muerte de Dios o  de la muerte del hombre?


[1] Reale, Giovanni. Y Dario Antíseri. Historia de la filosofía. Tomo VI. De Nietzsche a la escuela de Frankfurt. Ed san pablo: Bogotá. Pág. 27
[2]  Tomado de la clase de Filosofía Contemporánea sobre el pensamiento de Nietzsche. abril 28 de  2010, Marinilla, Antioquia. Ramírez Valencia, José Raúl.
[3] Zuleta, Estanislao. Comentario a así habló Zarathustra de f. Nietzsche. Hombre nuevo editores, Medellín: 2006. Pg. 89
[4] Reale, Giovanni. Y Dario Antíseri. Historia de la filosofía. Tomo VI. De Nietzsche a la escuela de Frankfurt. Ed san pablo: Bogotá.  Pág. 29- 30
[5] La voluntad de poder. en «Obras Completas», vol. IV, Prestigio, Buenos Aires. Pág. 433-462.
[6] Nietzsche Friedrich. El anticristo. Alianza, Madrid: 1974. Pág. 43.
[7] Nietzsche, Friedrich.  Así habló Zarathustra. Alianza, Madrid: 1981, 9a ed., p. 34-36.
[8] Gajate Montes, José. vitalismo e historicismo: Nietzsche y Dilthey historia de la filosofía. El búho LTDA: 1995. Pg. 14-15
[9] Ibíd.
[10] Savater, Fernando. Así hablaba Nietzsche. Ediciones Áltera, s. L.,: 1996,Pg. 96
[11] Nietzsche, Friedrich. Así habló Zarathustra. Madrid, Alianza editorial, 1972: pg. 26-27
[12] Cruz Prados, Alfredo. Historia de la filosofía contemporánea. Ediciones universidad de navarra, s.a. pamplona, 1987. Pg. 150





Autor:
Javier Darío Díaz Gómez, Aspirante al Bachillerato Filosófico, estudiante 7º semestre de filosofía, Seminario Diocesano Nuestra Señora. Correo: jdariofiat@hotmail.com
Resumen:
En este texto se desarrollará en forma inicial un breve acercamiento a la concepción de la muerte según Martin Heidegger, desde algunos conceptos principales para el correcto entendimiento de su doctrina sobre la muerte, después se retomará el desarrollo de su pensamiento sobre la angustia, la nada, el arrojamiento, la vida inauténtica, lo cotidiano, lo cierto y las posibilidades para asumir éstas realidades que ante la muerte se hacen presentes como lo son la estética, el proyecto, la vida, la corporeidad, la técnica; para concluir dando una perspectiva en favor de la vida, contrapuesta la nada, el vacío y la angustia asumidas desde una perspectiva Heideggeriana, intrascendente.
Palabras clave: Muerte, Angustia, Cuerpo, Vida, Hombre.

Abstract:
In this text will be in initial form a brief approach to the concept of death as Martin Heidegger, from some key concepts for the correct understanding of his doctrine about death, then resumed the development of his thought on the anguishnothing, the dumping, inauthentic life, everyday life, the truth and the possibilities to take up these realities that before death are present such as aesthetics, the project, life, the body, the technique; Finally giving a perspective for life, opposed nothingness, emptiness and the anguish assumed a Heideggerian, irrelevant perspective.

Keywords: Death, Anguish, Body, Life, Man.

LA ANGUSTIA: POSIBILIDAD DE LA VIDA.


“El terminar al que se refiere la muerte, no significa un haber llegado al fin del Dasein, sino un estar vuelto hacia el fin de parte de este ente. La muerte es una manera de ser de la que el Dasein se hace cargo tan pronto él es. “Apenas el hombre viene a la vida ya es bastante viejo para morir” "[1]
¿Qué es la conciencia de la muerte para el hombre, cuando él sólo tiene conciencia de la vida, de la propia existencia; si sólo está ocupado de hacerse cargo de su vida, de sus proyectos, de sus necesidades existenciales y de susubsistencia biológica?
Ciertamente, el hombre actual está obsesionado por vivir más y mejor, él quiere prolongar la existencia y se encuentra ocupado buscando los métodos que le den la posibilidad de hacerlo cuidando su constructo bilógico, encontrándose atrapado en un quehacer de lo estético.
La pregunta por la muerte, su propia muerte, no cabe dentro delos propios cuestionamientos existenciales; sin darse cuenta que mientras más vive, más muere. “El Dasein nunca fenece. Pero sólo puede dejar de vivir en la medida en que muere”[2]
Pero ¿Cuándo la pregunta por la muerte se hace presente a la existencia del hombre? Sólo cuando ésta irrumpe en su contorno existencial más cercano y, entre más cerca más invade la propia vida, pero la muerte siempre es muerte de los otros. “No experimentamos, en sentido propio, el morir de los otros, sino que a lo sumo, solamente asistimos a él”.[3] Por lo tanto la experiencia de la muerte es siempre ajena, pero va ocupando un lugar cercano a la propia existencia que se ve amenazada por su presencia. Esto lo puede experimentar en un mundo que le está enviando señales de muerte, la cultura en que vive le habla a diario de la muerte, así que, aquello de lo cual el hombre quiere huir, intentando prolongar su vida, está tocando la puerta de su existencia.

Ante la certidumbre de sentirse rodeado por la muerte en su contexto cotidiano, el hombre también se plantea la posibilidad de su proximidad, aunque en un tiempo indeterminado; pero esta, la muerte, le está continuamente anunciando que se encuentra arrojado en ella y aquí aparece la angustia por querer escapar a toda costa de ella, por lo tanto, el hombre actual, es un ser que vive angustiado; en el marco de este estado de arrojamiento y angustia, “Martin Heidegger, habla de la condición de arrojado en la muerte se le hace patente en la forma más originaria y penetrante en la disposición afectiva de la angustia” (Ser y tiempo § 50).
Es que el sentirse angustiado por escapar de la muerte, lleva al hombre al presidio de lo estético, es decir, un vivir ocupado en su cuerpo que le da la posibilidad de estar viviendo y prolongándose en su existencia; esto es lo que el hombre quiere tener como cierto, no queriendo dejar esta certeza, entre en un devenir que lo lleve a la muerte, por ello la cotidianidad de lo estético es la certeza vital de la cualel hombrequiere ocuparse; “La cotidianidad se queda en este ambiguo reconocimiento de la “certeza” de la muerte -para mitigar dicha certeza, encubriendo aún más el morir, y para hacerse más llevadero el estar arrojado en la muerte”.[4]
“Mientras se permanezca en la certeza empírica, el Dasein no podrá llegar en modo alguno a estar cierto de la muerte tal como ella “es”[5]. La certeza empírica de la muerte, es una experiencia que no puede negarse, pero que en la angustia por evadirla se quiere ignorar. La muerte para él es sólo ante los ojos, como algo objetual que está ahí, ante su presencia, pero que no llegará a tocarlo, por lo menos en su presente inmediato, ya que, sólo se tiene conciencia de la vida que seestá viviendo y, por lo tanto, sólo puede ser contemplada. Para reafirmar tal postura Heidegger diría: “Después de todo, uno experimenta a diario el “morir” de los otros. La muerte es un “hecho de experiencia” que no puede negarse”[6].

La angustia por querer dilatar su existencia, tratando de escapar de la muerte, también es angustia por la vida ya vivida que se ha ido como agua entre las manos. Es angustia de tiempo perdido, de cosas inconclusas, de proyectos no realizados, de la felicidad tan anhelada pero nunca alcanzada hasta el momento actual en el que se experimenta la angustia  de la vida vivida.


“El análisis de la muerte se mantiene, sin embargo, en el más acá, en la medida en que su interpretación del fenómeno sólo mira al modo como la muerte, en cuanto posibilidad de ser de cada Dasein, se hace presente dentro de éste”[7]
Martin Heidegger en ¿Qué es la metafísica? Dice que laangustiahacepatentelanada, pues ella deja a los hombres suspensos porque hace que se les escape el ente total, hace que se escapen de sí mismos, todo decir “es” enmudece en su presencia, no obstante ante la angustia de la proximidad de la muerte, el hombre percibe la nada como algo indeterminado e incierto que le genera temor, porque no sabe qué hay más allá de la muerte, es decir, la nada le da inseguridad de lo intangible, de lo que no está ante los ojos, por eso la experiencia de la muerte es empírica, objetual, es decir, en el más acá. “la interpretación ontológica de la muerte desde el más acá precede a toda especulación óntica sobre el más allá”.[8]

“Pasando a la muerte, debemos decir que, su ocurrencia nos altera profundamente pues es el límite vertical de la vida misma. La desaparición y descomposición de nuestro cuerpo; el absurdo total del silencio; de la clausura de palabras, de ideas, de besos y de afectos de las personas muertas y, sobre todo sus cuerpos inertes. Si en el nacimiento la corporalidad se experimenta como esperanza y proyecto de esa persona con su cuerpo concreto, en la muerte se subraya la memoria que recuerda imágenes  e historias y que, sobre todo condensa situaciones en los que las miradas, palabras, gestos, caricias o desgracias corporales se reviven con emotividad sin límites, que se pierden luego en la cotidianidad.
En la muerte se tocan los tabúes de lo más oscuro de la existencia y se urgen respuestas a la misma: no sólo las referentes a la ruina implacable de los cuerpos conocidos o amados sino otras muy serias, como son las que tocan el sentido de existir y que se viven en muchas de esas ocasiones entre lágrimas amargas”[9].


En la preocupación permanente por extender su existencia, el hombre, como se ha dicho anteriormente, se preocupa por lo estético, es decir, por mantener en óptimas condiciones su corporeidad, ya que ésta le permite manifestar su propia vida a través de palabras, gestos, acciones, del poder palpar el mundo que le rodea de forma tangencial, es decir, el hombre a través de su cuerpo vive el mundo; es que, en el movimiento expresivo de su cuerpo el hombre puede expresar toda la fuerza vital que hay en su interior y, éste es un continuo grito a no querer morir.
“La cotidianidad se queda en este ambiguo reconocimiento de la certeza de la muerte (uno se muere pero todavía no)- para mitigar dicha certeza, encubriendo aún más el morir, y para hacerse más llevadero el estar arrojado en la muerte”.[10]
El hombre tiene más conciencia de la vida que de la misma muerte, él sabe que va a morir algún día, sin embargo su preocupación cotidiana es el querer vivir, proyectando su potencial vital en el continuo quehacer con las cosas del mundo; en el ocuparse y preocuparse por ellas, el hombre quiere inmortalizarse, quiere permanecer en el tiempo; la vida misma, su existencia, es la certeza más real que él tiene entre sus manos, el ocuparse de su existencia es la vida más auténtica de las vidas.
“La angustia es la experiencia que le revela al hombre la presencia de la nada”.[11]Por ello, la angustia para el hombre actual, no es revelación de la nada, él no es un “ser para la muerte” porque la experiencia afectiva de la angustia desvela al hombre la vida misma, el afán por aferrarse a ella con todo lo que dispone como los son: la estética, los proyectos y la técnica; pues las dos primeras ya han sido abordadas, retomando la última: ella le proporciona al hombre la posibilidad de prolongar su existencia, de distanciarse de la muerte, de gritarle que él no es un  “ser para la muerte”, sino para la vida y que la angustia lo impulsa a vivir por medio de su extensión en el entorno, manifestado en el uso y apropiación de la técnica. Por lo tanto la posibilidad más auténtica, y el proyecto más cierto del hombre es la vida que se autoafirma de diversas maneras frente a la muerte.


[1]Heidegger, Martin. Ser y tiempo.Madrid: Trotta, 2003. § 48.
[2] (Id. § 49)
[3] (Id.§ 47)
[4] (Id. §52)
[5] (Ibid)
[6] (Ibid)

[7] (Id.§ 49)
[8] (Ibid)
[9] Izquierdo Maldonado, Gabriel, S.J. “El cuerpo humano: Un texto vivo de subjetividad oscura y luminosa”. Revista JAVERIANA. Tomo 146, número 770, (2010): 4
[10] Heidegger, Martin. Ser y tiempo.Madrid: Trotta, 2003. § 52
[11]Reale, Giovanni – Antíseri, Darío. Historia de la filosofía VI. Bogotá: San Pablo, 2010. Pag. 323


Autor:
Jonatan Alexander Gómez Caro, Aspirante al Bachillerato Filosófico, estudiante 7º semestre de filosofía, Seminario Diocesano Nuestra Señora. Correo: jonatangc@hotmail.com
Resumen:
Este escrito expone la realidad de la muerte, desde el pensamiento de Karl Jaspers, como situación límite del hombre y su existencia en el mundo. Se confronta con su realidad y toma su forma de vivir en una fuga de esta realidad, aparece también la trascendencia, que sería otro sentido de la existencia. El ser humano mira su realidad, sus circunstancias y se encuentra que también esta en comunicación con otros que también mueren. Finalmente reflexionamos nuestra propia muerte llamada por Jaspers: el muro de la incertidumbre, que tropezamos y fracasamos.

Palabras clave:
·         Situaciones límites
·         La fuga
·         La trascendencia
·         El prójimo
·         Mi muerte
Abstract:
This writing exposes the reality of the death, from Karl Jaspers's thought, as situation limit of the man and his existence in the world. There is confronted by his reality and capture his way of living in an escape of this reality, there appears also the transcendency, which would be another sense of the existence. The human being looks at his reality, his circumstances and one finds that also this one in communication with others who also die. Finally we think over our own death called by Jaspers: the wall of the uncertainty, that we stumble and fail.


Keywords: · Situations limits, The escape, The transcendency, The neighbor and My death
¿LA MUERTE UNA SITUACIÓN LÍMITE?
THE DEATH A SITUATION LIMIT?
El ser humano desempeña en el mundo un ciclo vital del cual está ligado a toda su existencia. Es de nacer, crecer, alimentarse, reproducirse y morir. También como ser social se relaciona, se comunica, se expresa e interactúa con su entorno. Pero también hay situaciones que marcan su existencia como la lucha, sufrimiento, la culpa, que serían las situaciones límites. Estas pueden condicionar al hombre de manera inevitable como sería en el caso de la muerte.
Estas situaciones se presentan en la histórica empírica del hombre y su existencia, lo llevan a descubrirse así mismo como ser en el mundo que ocupa un espacio en contacto con los demás y un tiempo que mide sus circunstancias.
Para hablar de situaciones límites beberemos de las fuentes del pensamiento de Karl Jaspers, quien nos explicará la situación del hombre ante la muerte.
Situaciones límites:
Una situación límite se explica como la concepción inevitable de un momento que determina mi existencia, como sería en el caso de la muerte, por consiguiente genera angustia, sufrimiento. Dice Karl Jaspers: “Las situaciones límites no cambian salvo a la manera de presentarse en la existencia, no podemos hacer nada para cambiarlas, pues hace parte de la propia existencia”.[1] Por tanto diremos que no es costumbre para el hombre confrontar la  realidad de la muerte y su destino de evadirla.
El hombre suele evadir las situaciones límites, cerrando los ojos ante ellas, resignándose, ya que pretende conservar la existencia, llevando la conciencia a ignorar y olvidar, porque el hombre crea sus propios fines. Según Karl Jaspers: “las situaciones límites, son un muro con el que tropezamos y ante el que fracasamos”[2]. Con esta afirmación decimos, que estamos condenados a la muerte, porque esta se presenta como un hecho objetivo, como algo inevitable del cual ningún ser humano escapa.
La situación límite confronta la persona a la autenticidad de su ser, ya que la lleva a mirar su finitud como ser en el mundo y lo hace vivir auténticamente, de lo contrario  busca la necesidad de la fuga, siendo indiferente ante este problema e intenta vivir otro estilo de vida, porque dentro de sus proyectos no se encuentra el morir, sino de prolongar la vida. No hay un pensamiento de este estilo, que pretenda aceptar esta realidad, sólo se podría desde la trascendencia, además nos encontramos con ese muro mistérico, que tiene límite y esta situación es de carácter definitivo, que caduca la existencia.
La muerte:
La muerte se presenta como el ciclo final de todo ser vivo, su desaparición, el cual no puede haber nada que contraponga a este monstruo de la existencia, que devora las coordenadas de espacio y tiempo, arrojándome al vacío de la incertidumbre, que ha sido problema para todos los filósofos: “la muerte y el mas allá”. De esta manera presenciamos un límite que separa la existencia y la no existencia, por consiguiente no sabríamos responder ante esta situación únicamente podríamos especular desde la trascendencia. 
Demos parte a que “la muerte no es una situación límite para el hombre”[3], dice Jaspers, y se refiere a que el hombre no la tomado como conciencia, sino como algo que parte en determinado punto de tiempo y que debe velar para evitarlo, por tanto, pasa como en el caso de los animales que para ellos no es una situación límite, porque no saben que se van a morir, lo mismo pasa con el hombre, considera este conocimiento como algo lejano de expectación.
El ser humano busca la trascendencia para tranquilizar esta realidad, Jaspers sustenta que ante la trascendencia desaparece lo inconcluso de un ser ahí temporal[4]; vive desde  esperanza: la muerte no es el final; es donde entra lo
Religioso que intenta darle otro sentido a la muerte, a la vida y la existencia del hombre, queriendo buscar la garantía, la felicidad y así el hombre  esperar otra realidad en la trascendencia, un mas allá donde se encuentra la plenitud. Esta perspectiva sitúa al hombre desde otro contexto, pues se va a identificar desde lo religioso, aunque todavía nos encontramos con la muerte como misterio, lo demás son especulaciones. 
“Para esto Jaspers argumenta: cuando deseo una realidad, que todavía no conozco, y todavía no soy y cuando esta realidad no es alcanzable en el mundo mediante una actividad que elabora la materia, toma disposiciones, se atreve a realizar empresas, solo entonces surge el filosofar”[5].
El filosofar es lo único a lo que puedo acudir cuando existe una realidad desconocida, que no alcanzo a percibir y que se encuentra muy lejana a mi existencia como en el caso de la muerte. Aparece lo que es la manera de vivir que yo he elegido.
Vivo solamente olvidando ese momento y solo me comporto como un individuo viviente, que olvida el fin de su ser y busca la consistencia. Viviendo sólo consigo en conciencia mi sola existencia, fugándome de la realidad.  Solamente soy consciente de mi existencia de ser histórico empírico, pero considero lejos de mí, el momento de extinción de mi propia vida, donde solamente es considerado incertidumbre, ya que no podemos explicarlo en relación, sino esclarecerlo de manera objetiva.
Hay otra situación y es la de ser expectantes de la muerte de los demás, con los cuales estoy en comunicación y aparece lo que es la soledad, del que se muere y del que se queda, porque hay un desprendimiento, una separación desconsolada y absoluta. “Solo queda la nostalgia anonadadora del que se ha quedado solo, la impotencia física de soportar la separación del que está
originalmente solo”[6]. Con esto se expresa Jaspers ante la separación del otro, la perdida real de lo que existió. Esto se convierte en situación límite, cuando el prójimo es realmente y es el único para mí, en ese momento entraría la conciencia a evidenciar ese momento. Pasando a lo personal, es decir, a mi ser, miremos que sería mi muerte.
Yo no puedo experimentar mi muerte, lo único que puedo experimentar es una relación con ella. Encuentro sufrimiento ante una realidad inevitable; puedo sentir dolores corporales, la angustia, el peligro y todo esto lo puedo vencer, pero la imposibilidad de experimentar la muerte no se puede anular.
Jaspers dice: “yo voy al encuentro de la muerte en mi dependencia de ella como ser vivo sufro los grados previos de un proceso que puede conducir a la muerte”[7]. Mi existencia se ve afectada por la limitación, es donde mas se manifiesta mi autenticidad como ser, pues logro reconocer quien soy. Solo encuentro un silencio petrificado, en cuanto que no puedo saber que hay más allá de la muerte.


[1] Jaspers, Karl. Filosofía II.  Madrid: U. Puerto Rico. Pág. 67
[2] Jaspers, Karl. Filosofía II. Madrid: U. Puerto Rico. Pág. 67
[3] Jaspers, Karl. Filosofía II.  Madrid: U. Puerto Rico.  Pág. 90
[4] Jaspers, Karl. Razón y existencia. Buenos aires: Nova. Pág. 99 
[5] Jaspers, Karl.  Filosofía de la existencia. Madrid: Aguilar. Pág. 104
[6] Jaspers, Karl.  Filosofía II. Madrid: U. Puerto Rico.    Pág. 93
[7] Jaspers, Karl.  Filosofía II. Madrid: U. Puerto Rico.   Pág. 94

Autor:
Juan David Botero Gómez, Aspirante al Bachillerato Filosófico, estudiante 7º semestre de filosofía, Seminario Diocesano Nuestra Señora. Correo: juanda.lam@gmail.com
Resumen:
El presente escrito pretende exponer el pensamiento del filósofo existencialista Jean Paul Sartre acerca de la muerte, tomando algunos de sus postulados positivos y apoyarlos en contraposición a lo que la era postmoderna pretende argumentar con la avalancha actual de la llamada cultura de la muerte; también rebatir la perspectiva existencialista que aniquila todo tipo de trascendencia en el hombre y que puede dar pie a la fatal realidad del suicidio, situación completamente repudiable y absurda que atenta contra la integridad personal del ser humano.
Palabras clave:
·         Postmodernidad
·         Suicidio
·         Existencia
·         Significación
·         Absurdo 
Abstract:
The written present tries to expose the thought of the philosopher existencialist Jean Paul Sartre brings over of the death, taking some of his positive postulates and them to rest on contraposition to what the postmodern age tries to argue with the current avalanche of the so called culture of the death; also refutes the perspective existencialist who annihilates all kinds of transcendency in the man and who can give course for the fatal reality of the suicide, situation completely repudiable and absurd that commits an outrage against the personal integrity, of the human being.
Keywords: Postmodernity, Suicide, Existence, Significance and Absurdity

EN ESPERA NATURAL DE LO INESPERADO
IN  NATURAL WAIT OF THE UNEXPECTED
A mediados del siglo XX se produjo en el mundo, principalmente en Estados Unidos y los países desarrollados, un cambio indiscutible y pujante que, poco a poco fue perturbando todos los ámbitos de la vida y la cultura, y denominado la "era informática" o "era post industrial". Así como dicho nombre lo indica, se trata de un cambio de época que incluye la sociedad, el arte, la economía, la política, la ciencia, el pensamiento y la cultura en general; en resumen todos los campos donde el hombre se desenvuelve.
Esta época de la posmodernidad exagera lo sensible, lo externo, olvidando muchas veces la integridad de la persona misma, que  dándose situaciones alarmantes: una cultura de la muerte, en la cual el hombre, hijo de la postmodernidad, ha sufrido profundas transformaciones, que poseen como manifestaciones negativas específicas: el incremento del consumo de sustancias alucinógenas, el alto índice de embarazos en adolescentes; pero ante todo, se hace preocupante el atentado personal contra la total integridad del ser humano, en la concreta situación del suicidio.
Alarmante es la cifra de suicidios en el mundo, bien lo demuestran las estadísticas. Cada 40 segundos alguien se suicida en el mundo. Eso es lo que señala un informe elaborado por la Organización Mundial de la Salud (OMS)”.[1]
Esta situación, de minusvaloración por la vida humana verdaderamente ha permeado, como realidad actual, diversos ámbitos de la sociedad como lo son: el político, económico, cultural, etc. incluyendo en ellos la filosofía y el pensamiento, lastimosamente llegando al punto de argumentarlo favorablemente.
Da razón de ello, la publicación en la revista virtual española letras libres, titulada: Entrevista con Peter Sloterdijk[2], hecha por el catedrático de filosofía de la Universidad Autónoma de Barcelona, Daniel Gamper, en ella se afirma lo siguiente:      
"El único que puede mirar el ser cara a cara es el muerto. Porque sólo su ojo no tiene reflexividad, está libre de la negatividad del sistema nervioso humano, de la subjetividad. Al estar libre de vida puede fundirse con la sustancia. El conocimiento siempre es un proceso tanatológico, el que conoce debe abandonar su subjetividad, y penetrar en la cosa misma. Debe unificarse con la sustancia, morir, suicidarse."[3]
Esta entrevista del año 2003, permite trazar un esbozo, en nuestro pensamiento de las ideas que los autores de la contemporaneidad tienen acerca de la vida e imposibilidad que posee el hombre para conocer el ser de las cosas, dada su subjetividad personal, convirtiendo así la vida en un obstáculo y no en una posibilidad para acceder al ser esencial de las cosas y aún más importante de sí mismo.
Este tipo de pensamiento facilista y mediocre ante la vida, es sin lugar a dudas fruto del proceso incubatorio postmoderno, el cual este pensador ha experimentado ante la gran cantidad de realidades fatalistas que en la actualidad se han venido gestando, debido a realidades presentes en esta sociedad de lo líquido -como la llamaría el autor Zygmunt Bauman[4] quien en diversos libros propone este adjetivo “líquido” como característica definitoria principal de la época presente-, dando espacio a reflexiones en las cuales se atropella la vida e irrespeta su ciclo natural, la cual es bien sabido, desde una concepción ortodoxa y natural, tiene su término en la muerte no inducida voluntariamente por la persona.
En contraste de este prototipo de posición postmoderna, sale al encuentro la postura de Jean Paul Sartre ante la muerte, quien argumenta: “la muerte se convierte en el sentido de la vida como el acorde de resolución es el sentido de la melodía”[5].
La muerte es aquello propio de la vida del ser humano, no es un acontecimiento inhumano, es aquel término que le da significación. Es ese aglutinado a la serie, a la vida. Lo que se debe precisar, es la perspectiva que el hombre debe asumir ante este límite de la serie, pues es a partir de ésta que la conducta y el pensamiento del hombre en la vida van a asumir la llamada “vida autentica” o “Vida inautentica” que Sartre toma de la filosofía de su maestro Martín Heidegger.
La muerte asumida humaniza,  pues es aquel faro que ilumina la vida humana, es el fenómeno último de la vida que reflexionado hace cada vez más autentica la existencia. Es por esto que estas posturas suicidas que en nuestro entorno se dan no tienen razón de ser, pues son completamente desligadas de la existencia, ya que la muerte ha de ser aquel aliciente para vivir, es la posibilidad de concretar los proyectos trazados, no es salida a las dificultades que sufre el ser humano, no es un proyecto que se debe ejecutar irrespetando la ley natural de esa espera inesperada, sino la máxima significación de la existencia.
Por lo tanto ha de asumirse la muerte como la posibilidad del para sí, en el  construir su proyecto hacia la muerte. Esta es la postura de una muerte interiorizada que ayuda a los proyectos mismos del ser humano dentro de esa “condena de tenerse que elegir constantemente”[6] -como lo expone Sartre-, para no caer en la “mala fe” la cual adquiere sentido cuando alguien se suicida.
Esta muerte interiorizada ha de examinarse y concebirse no simplemente como  “la muerte” sino como “mi muerte” pues es aquello que nadie puede hacer por , ya que es mi muerte.  La muerte es propio del para sí, por eso se debe asumir la muerte de manera personal, para poder que esta realidad adquiera significación integra a mi existencia, pues es muy distinto pensar en la muerte del otro, que sería un en sí para el para sí, que en muerte. La muerte del otro me impulsa a pensar en mi muerte pero no me lleva a experimentar de manera personal lo que puede llegar a ser mi muerte, pues mi muerte adquiere sentido cuando la espero aun sabiendo que es inesperada, diferente al esperar la muerte del otro.
El esperar mi muerte es algo que no se puede determinar. En este sentido el  punto de vista de Sartre adquiere otra perspectiva completamente repudiable, pues abandona el sentido de los proyectos temporales que diariamente el hombre se traza, llevándolo a tener un repudio por su existencia, pues ¿qué sentido tiene hacer algo si la muerte va a llegar, e indiscutiblemente va a aniquilar los posibles del hombre?
No tiene sentido pensar en la muerte como un absurdo que aniquila los proyectos y los posibles del hombre, como lo afirma Jean Paul Sartre; la vida sin lugar a dudas es una larga espera. Espera de nosotros mismos, espera de aquel presente que será, presente que dota de sentido toda la existencia. Bien diría Sartre: “nuestra vida no está hecha solo de esperas, sino de esperas de esperas que esperan a su vez otras esperas”[7]
La esperanza da significación a nuestros actos, es la que da sentido a nuestra existencia, y es por eso que no podemos mirar negativamente la muerte, pues no es un fin sino una puerta de trascendencia, posición completamente repudiable para Sartre, pero que sin ella, la vida no adquiere sentido, caería toda esperanza, se desparramaría por el suelo del absurdo el sentido de vivir, se aniquilaría todo tipo de significación de cada proyecto, pues se llegaría a pensar que con la muerte los problemas que quedaron en la existencia, no adquirirían solución pues, ya el hombre que le podría dar buen fin, no está.
En contraste con nuestro mundo actual este pensamiento le aniquilaría todo tipo de sentido al suicidio pues, sin ir muy lejos, sabemos que “el suicidio es un absurdo que hace naufragar la vida en el absurdo” ya que el verdadero absurdo de la existencia es la no significación de los actos que en la libertad se realizan constantemente. Y la significación del suicidio quedaría indeterminado pues sería el último acto de la vida, que ejecutado se aniquila su significación, y si se falla se examina como cobardía, es decir toma su significado porque se sigue viviendo. Por tanto el suicidio es aquel acto que nunca tiene significación, a no ser que se haya fallado en su intento. El suicidio es un absurdo.


[2] Peter Sloterdijk (Karlsruhe, 26 de junio de 1947) Filósofo y catedrático alemán de la Escuela de Diseño de Karlsruhe, formado en la órbita de los seguidores de la Escuela de Frankfurt.
[4] Zygmunt Bauman (1925) nació en Polonia en una humilde familia judía con la que emigró a la Unión Soviética tras la ocupación nazi. Tras su paso por el ejército polaco en el frente ruso, fue profesor en la Universidad de Varsovia hasta que con motivo de una campaña antisemita emigró al Reino Unido en donde aún vive.
[5] Sartre, Jean Paul. El ser y la nada. Buenos Aires: Losada. Pág. 555            
[6] Reale, Giovanni- Antíseri Darío. Historia de la Filosofía Tomo VI. Brescia .Pág. 352
[7] Sartre, Jean Paul. El ser y la nada. Buenos Aires: Losada. Pág. 561


LA PARADOJA DE LA MUERTE, SIMPLE TRÁNSITO A LA VIDA

Autor
Juan Fernando Rendón Sánchez.
Bachiller técnico en mercadotecnia, seminarista de tercero de filosofía. Seminario Diocesano Nuestra Señora de Marinilla, Antioquia.
Correo electrónico: juancho-43a@hotmail.com
Resumen
En este breve ensayo indagaremos un poco sobre la concepción de la muerte en el filósofo danes Sören Kierkegaard desde tres puntos específicamente: primero una introducción general sobre el significado de la muerte para los seres humanos como realidad que nos produce angustia y temor y sin embargo es propia de nuestra condición. Seguidamente abordaremos un acercamiento a su postura cristiana que manifiesta la idea que la muerte no es ni siquiera una enfermedad mortal, enfermedad mortal que no es otra sino la desesperación entendida como enfermedad del yo, ese estar muriendo sin morir. Luego abordaremos las tres características que le asigna a la muerte: decisiva, indeterminable e inexplicable, para culminar con una breve conclusión.
Palabras claves: Desesperación, Decisiva, indeterminable, inexplicable, enfermedad mortal.
Riassunto
In questo breve saggio ci domanderemo un po’ sulla concezione della morte nel filosofo danese Sören Kierkegaard prendendo spunto da tre postulati: primo, un’introduzione generale sul significato della morte per gli esseri umani quale realtà che ci genera angoscia e paura e tuttavia è propia della nostra condizione. In seguito faremo un’approccio al suo atteggiamento cristiano che manifesta che la morte non è neanche una malattia mortale, malattia mortale che altro non è che la disperazione capita quale malattia dell’io, morendo senza morire. Quindi, ci avvicineremo alle tre caratteristiche che egli assegna alla morte: decisiva, indeterminabile e inspiegabile; finiamo poi con una conclusione.
Parole chiavi: Disperazione, Decisiva, Indeterminabile, Inspiegabile, Malattia mortale
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La muerte, acaso, ¿no es lo que más nos preocupa como seres humanos, como seres mortales? Y, ¿quién sabe lo que es realmente ésta? ¿Habrá algo más allá? La muerte nos rodea todo el tiempo, la vida está llena de muerte. Es la muerte la que se hace presente en nuestra vida. Nadie ha regresado para contarnos qué hay en el más allá o qué se siente morir. Aunque se supone que no se siente nada morir, sino estar muerto. No se puede estar muerto y vivo a la vez, y sin embargo, podemos experimentar  momentos de muerte como los vicios y afectos desordenados, etc. de los que la vida está llena.
La muerte es un fenómeno del cual no podemos escapar, todo aquel que vive tiene por seguro que morirá. Se trata de una de las etapas más temidas por los seres humanos, ya que, sea cual sea la interpretación que hagamos sobre este fenómeno, terminará siendo un misterio que sólo descubriremos en cuanto llegue el momento de partir. Por ello, la realidad de la muerte genera en los hombres un sentimiento de angustia e incertidumbre por su destino final.
Kierkegaard, desde su enfoque cristiano expone algunos parámetros de lo que para él significa la muerte, así como en uno de sus discursos para ocasiones supuestas llamado “Junto a la tumba”[1] expone lo que representa la muerte para el hombre y lo que debería hacer éste frente a la misma.
El morir no puede experimentarlo ningún ser humano en sí mismo (pues para hacer una experiencia es necesaria la vida), sino sólo percibirlo en los demás. Si es doloroso, no puede juzgarse por el estado de un  moribundo; más bien parece ser esto una mera reacción mecánica de la fuerza vital o acaso una dulce sensación de  librarse de todo dolor.
El temor a la muerte, natural a todos los hombres, incluso a los más desgraciados o al más sabio, no es, pues, un pavor de morir, sino, como dice Montaigne[2] justamente, de la idea de estar muerto, figurándose el cadáver, a pesar de que éste ya no es él, el hecho de estar él mismo metido en el tenebroso sepulcro o en cualquier otro sitio análogo.[3] La muerte es un acontecimiento que afecta necesariamente a todo ser vivo, pero tiene la particularidad de que el único que es consciente de ello es el ser humano.
Postura Cristiana y la desesperación como la enfermedad mortal
Según el evangelio de San Juan, Lázaro enfermo, sin embargo, “esta enfermedad no es de muerte”[4] Pero al no comprender los discípulos lo que les decía Jesús, que Lázaro está dormido y que va a ir a despertarle, entonces  Jesús les dice abiertamente: “Lázaro ha muerto”[5] por tanto Lázaro había muerto y con todo ello, su muerte, no se trataba de una enfermedad mortal. Sabemos que Jesús ya sabía el milagro que iba hacer para despertar a Lázaro de entre los muertos, de suerte que esa enfermedad no sólo no era mortal sino que era según la predicción del mismo Cristo “para gloria de Dios”[6].
¿Si Cristo no hubiese resucitado a Lázaro no hubiese dejado de ser cierto que la muerte no era una enfermedad mortal? ¿De qué le hubiese servido a Lázaro haber resucitado si tenía que terminar muriéndose? No es porque Lázaro hubiese resucitado de entre los muertos que puede afirmarse que la muerte no es una enfermedad mortal, sino por el hecho de que Cristo exista.
Hablando humanamente la muerte es lo último de todo y sólo cabe abrigar esperanzas mientras se vive. En cambio, entendiendo las cosas cristianamente, afirma Kierkegaard:
 La muerte no es en modo alguno el fin de todo, sino solamente un sencillo episodio incluido en la totalidad de una vida eterna; en la muerte caben infinitamente más esperanzas que en lo que los hombres llaman vida, por mucho que ésta sea plena de salud y fuerzas. Ni la misma muerte alcanza la categoría de enfermedad mortal y muchísimo menos la alcanza todo eso a lo que suele llamarse sufrimientos terrenos y temporales. [7]
La desesperación es la verdadera enfermedad mortal, propia del espíritu, del yo. Una enfermedad mortal significa que el fin o desenlace es la muerte. Pero en este sentido no puede llamarse enfermedad mortal a la desesperación, ya que, cristianamente, la muerte misma no es más que un tránsito a la vida. Por lo tanto,  no hay ninguna enfermedad terrena o corporal que sea mortal, pues de seguro es la muerte el último trance de la enfermedad, mas la muerte misma no es lo último.[8]
La desesperación es la enfermedad mortal pero en otro sentido más categórico, pues el desesperado está lejos de que su vida termine con la muerte corporal.      Al contrario, “el tormento de la desesperación consiste en no poder morirse.”[9] El desesperado vive atormentado por vivir su situación y no poder poner fin a esa enfermedad ni siquiera con la muerte. La situación del desesperado tiene similitud con la de un agonizante que yace en el lecho de muerte, debatiéndose con ella y sin poder morirse.
Cuando la muerte es el mayor de todos los peligros, se tienen esperanzas de vida; pero cuando se llega a conocer un peligro más espantoso que la muerte, entonces tiene uno esperanzas de morirse. Y cuando el peligro es tan grande que la misma muerte se convierte en esperanza, entonces tenemos la desesperación como ausencia de todas las esperanzas, incluso la de poder morirse[10].
La desesperación es ese tormento contradictorio, esa enfermedad del yo que consiste en estar muriendo eternamente, muriendo y no muriendo, muriendo la muerte. Pues morir significa que todo ha terminado, pero morir la muerte significa que se vive el mismo morir. “Es imposible quedar curado de esta enfermedad mediante la muerte, ya que aquí la enfermedad y su tormento… y la muerte, consiste cabalmente en no poder morirse.”[11]
Significación de la muerte para el hombre
Ante el fenómeno de la muerte que es sin duda alguna una situación irremediable y un misterio por desvelar, en el momento que llegue hasta nosotros, Sören Kierkegaard toma como punto de partida el acontecimiento de la muerte, y expone tres notas esenciales, teniendo en cuenta qué puede o qué debe hacer el hombre frente a este fenómeno ineludible: decisiva, indeterminable e inexplicable.
1.      La muerte es decisiva: Por ser la única independiente del tiempo en el que todo asunto humano viene finalmente a parar. No tiene favoritismos con nadie sino que a todos llega en igual medida, y “eso es lo peor de todo cuanto pasa bajo el sol, que haya un destino común para todos, los vivos saben que han de morir, pero los muertos no saben nada”[12]; por ello, muere el rico y el pobre, el débil y el fuerte sufren igual los dolores de la muerte.”[13] La muerte nos enfrenta con el hecho de la finitud; no tiene puntos intermedios, que medio muerto, medio vivo, no; es definitiva, alguien está muerto o está vivo y punto. Y no permite conciliaciones, cuando llega a un persona no pide opiniones, ni hace tratos.    La muerte es algo que llega y nos lleva con ella.  Para expresar esto, Kierkegaard dirá que la muerte es el opuesto del “aplazamiento”. 
“Así, la decisión de la muerte es como una noche, es la noche que llega, y entonces ya no se trabaja; y por eso se ha dicho también que la muerte es una noche, y se ha mitigado la idea diciendo que es un sueño”.
2.      La muerte es indeterminable puesto que, al aniquilarnos, nos sume en una nada indeterminable. Existe aún otro modo en el que Kierkegaard entenderá esta “indeterminabilidad”: en el sentido de que nada puede decirse, determinarse, sobre ella. Es lo único seguro y acerca de lo cual nada es seguro, dirá. Es a un tiempo cierta e incierta, certidumbre en tanto decisión final, en tanto podemos la experimentar pero a partir de la muerte de otros y darnos cuenta que, el morir es lo único seguro en esta paradoja indescifrable de la muerte.

3.      La muerte es inexplicable: Quien intenta explicarla, no hace más que poner en evidencia su propio pensamiento sobre la muerte y, por lo tanto, la irreflexión y necedad de su propia vida. Ocurre que la explicación, la seria explicación, se vuelve sobre la vida de quien la emprende y lo vuelve un discípulo de la muerte, de su infinita sabiduría. “Morir, dormir. ¿Dormir? Tal vez soñar” decía Shakespeare[14], pero con certeza ni siquiera esa postura de que la muerte es un sueño o un dormir la tenemos por verdadera. Toda postura referente a la muerte es floja y cojea, pues son pensamientos expuestos desde nuestra realidad inmanente a cerca de una realidad que es más trascendente, ante la cual lo que digamos serán meras divagaciones y especulaciones. “Si todavía no conocemos la vida, ¿cómo vamos a conocer la muerte?”[15]
Ninguna persona puede morir más que su propia muerte, ya que ésta, entra en el mundo del individuo mediante la muerte de otro. Así, pues, no resultaría exagerado postular que la muerte es siempre la muerte-de y nunca en verdad la mía.
Pensamos la  muerte a partir de la certeza que nos ofrece la muerte de los otros. Probablemente, Epicuro esté en lo cierto y el morir no sea más que un insensible paso a otro modo de ser del que no debiéramos preocuparnos; según decía él: “Mientras vivimos, la muerte no existe, y cuando la muerte existe, nosotros ya no somos”;[16] pero ahí está, presente e inconmovible, la muerte de los demás, para dejarnos pensando...
Es una realidad que por experimentar la muerte del otro, del otro y del otro, etc. Puede presentárseme como una situación  propia de la condición humana pero ajena a mi realidad personal, pero la verdad es que un día llegará como siempre lo hace, en silencio, en el momento menos esperado, en el lugar menos indicado, quizá cuando menos lo queramos y entonces ahí sí nos veremos enfrentados cara a cara con este misterio y podremos conocer plenamente qué es este fenómeno tan difícil de desvelar y que desde nuestra naturaleza es tan difícil de conocer.
Finalmente podríamos decir con Cicerón: “Ningún hombre puede ignorar que tiene que morir, ni debe estar seguro de que ello no pueda ocurrir en este mismo día.”[17]


[1] Texto escrito por Soren Kierkegaard que hace parte de su serie de escritos edificantes publicados en 1845, el cual, constituye una peculiar meditación sobre la muerte, con el objetivo de lograr que el lector se apropie de la seriedad de la misma.
[2] (1533-1592 d.c.) filósofo escéptico Francés. Su obra más conocida son los tres volúmenes de Éssais (Ensayos) publicados entre 1580 y 1588. Sostiene decididamente le total incapacidad del hombre para conocer con certeza.
[3] cf. Gaos, José,  Antropología en sentido pragmático. Madrid: Alianza, 1991. Pág. 70.
[4] San Juan 11, 4.
[5]  Id.11, 14.
[6]  Id. 11,4.
[7] Kierkegaard, Sören, Enfermedad mortal, Demetrio G. Rivero. Madrid: Sarpe, 1984. pág 30.
[8]  Id. pág. 43.
[9]  Id.  pág. 43.
[10] Id. pág 44.
[11] Id. pág 47.
 [12]  cf. Eclesiastés 9, 3.5.
[13] Voltaire: (1694-1778 d.c.) filósofo Francés nacido en Paris símbolo de la Ilustración. Es injustamente expulsado de su castillo natal, conoce la vida a través  de Europa y el Nuevo Mundo.
[14] (1564-1616 d.c.)  poeta y dramaturgo Inglés más importante. Su teatro se caracteriza por la diversidad y el vigor de estilo, la abundancia de personajes y el dominio de la construcción gramática.
[15] Confucio: (571-479 a.c.) filósofo chino, creador del confucianismo y una de las figuras más determinantes en la historia de China. Su pensamiento se transmitió a la posteridad sólo gracias a la difusión que de él hicieron sus discípulos. Sus enseñanzas se enmarcaron en el ámbito de la filosofía ética, moral y política.
[16] Verneaux, R. textos de los grandes filósofos. Edad antigua Carta a meneceo, Barcelona: Herder, 1982. pág. 94-95
[17] (106-43a.c.) orador, político, escritor y filósofo  de orientación ecléctica. Es conocido como el orador más elocuente de Roma, de la cual llegó a ser cónsul. Sus obras están escritas en forma de diálogo.   


LA MUERTE Y SU REFLEXIÓN, GRAN AUSENTE DE NUESTRA ÉPOCA
THE DEATH AND IT´S REFLECTION, THE BIG ABSENT IN OUR TIME
AUTOR:
Walter Floro Rivera: Aspirante al Bachillerato filosófico, estudiante del  7º semestre del ciclo filosófico, Seminario Diocesano Nuestra Señora, Marinilla-Antioquia. Walterfr89@hotmail.com
Resumen
En un principio, el artículo desarrolla el tema de la muerte desde la perspectiva actual y el contexto latinoamericano; posteriormente se habla de la muerte en la cultura actual, pasando a la realidad social, y finaliza dando una perspectiva de la necesidad de retomar esta cuestión de manera personal, todo ello tomando como punto de referencia la filosofía de Michel Foucault.  La muerte en nuestra época se ha proliferado como una cultura, aparece como la solución a los problemas -sean éstos de índole personal o social- bajo diversas manifestaciones. Sin embargo es una muerte irreflexiva, la que se propone. Las personas se han acostumbrado a la muerte y a su vivencia impersonal, anónima, por lo cual no se convierte el morir, en referente para la reflexión, simplemente es un acontecimiento más.  Ante ello, es necesario retomar el cuestionamiento por la muerte, humanizar esta realidad, replanteando así los fines y  causas últimas del hombre, que se revelan ante estas situaciones límite.
Palabras Clave: Muerte,  Época, Sociedad, Reflexión, Estructuras.
Abstract
The article begins developing the topic of death, from the current perspective and the Latin American context, then talks about death in today`s culture, turning to social reality and ends giving a perspective of the necessity to return to this matter in a personal way, all this help by the Michel Foucault´s philosophical perspective. The death in our time has proliferated as a culture, appears as the solution to problems -be they of personal or social nature- under various manifestations. It`s however a thoughtless death. People have become accustomed to death and its anonymous and impersonal experience by which death is not converted into a reference for reflection, it's just an event.  In front of it, it`s necessary to resume this question, humanizing this reality, rethinking the final purposes and root causes of man, which are revealed in these limit situations.
Keywords: Death, Society, Reflection, Time, Structures.

La época actual está marcada por el surgimiento de una cultura de la muerte, así pues, se hace cotidiano en la sociedad ver partir a las personas, la muerte se convierte en un fenómeno común, que no se aborda como tema de reflexión, dado que nos olvidamos del individuo, o como ejemplificaría Ramón Lucas Lucas, hablando  al respecto de la muerte: “yo nunca haría daño a un hombre en particular, pero no me importa nada sembrar la muerte en la masa”[1],  la muerte se convierte en un suceso más que se aborda de manera indolente e impersonal. Por ello surge la necesidad de volver a considerar la muerte como un tema fundamental para nuestra filosofía, y requiere ser analizada desde la perspectiva latinoamericana, cuya reflexión está diezmada en la cual ha prosperado tanto el germen anticristiano de la cultura de la muerte.
 En Latinoamérica, la muerte se ha convertido en un suceso festivo: cuando matan o muere un guerrillero, un alcohólico, un delincuente, simplemente alguien que es considerado, según los criterios sociales, un problema para la estructura social; surge la muerte como respuesta, y cuando se concretiza, ciertas personas se congratulan de su deceso, sin importar la dignidad humana en sí. Es esta la denuncia que hace  Michel de Foucault en su libro “vigilar y castigar”, en el cual se desarrolla la problemática de los sistemas penitenciarios modernos, la falta de procesos de reinserción social del infractor, la arbitrariedad del sistema penal y su escaza modernización para responder al contexto actual, y eso que este libro data de los mediados del siglo XX, ¡qué se dirá ahora! De tal temática.
Así pues, realmente, urge reflexionar  sobre la muerte y su sentido actual, ya que pocos se preguntan sobre ella. Tras la aparición del existencialismo moderno -sin apertura a lo trascendente- la muerte sólo ha degenerado en un término vacuo que delimita al ser humano, no se entiende ya como una posibilidad, menos como una oportunidad de lo trascendente; por eso el hombre actual, trata de negarla con el sofisma contenido en la antigua frase de Epicuro: “sólo existe lo que se siente, y como la muerte no se siente, la muerte no existe”[2]. Solo cuando se siente la cercanía de la muerte, en un ser próximo, en alguien amado, es cuando se replantea en forma persona el sentido  y la cuestión de la misma en el hombre moderno.
Así pues, se ha proliferado el término muerte, siendo  relaciona con la venganza, con el odio subjetivo; pero detrás de la venganza está el poder individual que quiere satisfacciones y bienes personales, así lo reafirma Michel de Foucault: “Pero el castigo es también una manera de procurar una venganza que es a la vez personal y pú­blica, ya que en la ley se encuentra presente en cierto modo la fuerza físico-política del soberano: “Se ve por la definición de la ley misma que no tiende únicamente a defender, sino además, a ven­gar el desprecio de su autoridad con el castigo de quienes llegan a violar sus defensas.”[3]
En forma análoga, Hans Jonas, nos dice: “se dijo no matarás, porque el hombre tiene el poder de matar y a menudo la ocasión y la inclinación a hacerlo; en definitiva porque de hecho se mata”[4]. El poder es algo que nos involucra a todos, toda persona tiene poder, sin embargo el poder no es un asunto para dominar, sino para servir, así se entendía desde los griegos.
La muerte no puede ser simplemente la solución irreflexiva de los problemas sociales, por ello no solo es vigilar y castigar, en palabras de Michel Foucault, menos vigilar, castigar y eliminar, como lo constatamos en nuestra época. Podríamos decir que ésta actitud es fruto de una sociedad que tiende hacia el individualismo, en la cual se dificulta la capacidad de relación con el otro, donde se pierde la empatía relacional (aprender a sentir dentro, ponerse en el lugar del otro) dando como consecuencia analfabetas emocionales que manifiestan su anormalidad en conductas como: el aislamiento, la ansiedad, la depresión, la delincuencia, la agresividad… todas ellas, “enfermedades” proliferadas en la actualidad, que pretenden eliminarse no con políticas, afecto, integración o formación que doten de sentido la vida, ni con la contra cultura pro-vida que haga frente a la de la muerte, sino con obnubiladores de conciencia, pastillas, terapias y demás como lo denuncia Lou Marinoff en su libro más platón menos prozac[5].
Aparentemente, en la actualidad la muerte es la solución a buena parte de los conflictos, bien sean personales o sociales: por medio  del suicidio,  asesinatos,  eutanasia,  el aborto, pena de muerte, cadena perpetua, etc. (eliminando la responsabilidad consigo mismo, con los demás, con la vida propia, con la prole) se cree solucionar así la carencia de sentido. Pero, a pesar de estas situaciones mentadas en las que se propone la muerte como la solución, ésta sigue siendo una realidad que se quiere echar al olvido sin hacer reflexión sobre ella, convirtiéndose en la gran ausente de nuestra reflexión epocal.
 En sintonía, con la gravedad de la irracionalización de la muerte y su sentido, la muerte del otro en la cultura moderna, ya parece normal, se hace costumbre la muerte, la ausencia de las personas, simplemente se espera que el otro muera, incluso que los seres queridos falten,  sin que se haga de este acto una noción que me mueva a la autointerrogación. Se está perdiendo la capacidad de contemplación ante este misterio que abarca el fin de la vida terrena de todo ser humano. Pero no solo la muerte del otro se convierte en algo normal, sino que, a veces se celebra y no propiamente por la esperanza cristiana de la trascendencia.
Pareciera encontrarse el mundo sumido en un retroceso histórico; surge en frente, la imagen del espectáculo morboso que se vivía antiguamente en el circo romano: La muerte vil e injusta, en ciertas ocasiones, de algunos se hace la celebración principal de unos cuantos, es simple diversión para los espectadores.  El hombre actual obtiene goce, viendo pelear a los gladiadores contemporáneos que buscan poder, mientras se matan entre amigos con sus espadas, por “sobrevivir” tal como en la antigüedad.
Cabe decir que cada hombre es un sujeto único, más no el único pues posee en forma personal su individualidad y subjetividad; pero siempre en relación con el otro, por ello la muerte de alguien es a la vez, en parte, la muerte propia. Ante esto, la contrapropuesta para la actualidad es la alteridad, fortalecida con una buena dosis de cristianismo, para hacer contra al estructuralismo condenatorio y alienante que simplemente reduce al hombre a “meras relaciones que no tienen significado en sí, ni fuera de ellas”[6].
Dada esta situación, la pregunta por la muerte es fundamental en la vida de todo ser humano, ya que es parte de la pregunta por la totalidad de la propia existencia, y por el término de la misma. Cuando se pregunta por la muerte hay interés por la vida personal, por los objetivos que se quieren alcanzar, es parte fundamental de la dimensión de la persona como ser integral, así se adquiere conciencia del carácter mortal del ser humano. Sin embargo, no solo es una pregunta que se remite a la vida personal de cada sujeto, sino que es una pregunta que remite al sentido de la vida del otro, que hace consciente al hombre de su realidad social, ya que no es un ser solitario, mas bien, es un ser que constantemente está en interacción con el otro y que se hace con el otro.
Para finalizar, se puede decir con certeza que, la muerte siempre es, ha sido y será un misterio, que en el decurso de los tiempos, con sutileza mistérica se revela. Por tanto la pregunta sobre la muerte no es una cuestión relegada al olvido, se debe retomar en forma asidua, para hacerla más digna, para no abusar de ella en la práctica, como una forma de castigo o de condena que eufemísticamente se manifiesta como control social; volver a revaluar lo que se cree verdadero es útil y necesario, nos enseña la filosofía, pues  siempre trae cosas buenas consigo, puesto que cuando el hombre vuelve sobre sí, hace reflectere, avanza, se humaniza.
La muerte siempre será un tema de actualidad para todo ser humano, será pregunta que estará en toda la historia de la humanidad, en las distintas culturas y que, aunque en desuso, también debe cuestionar la contemporaneidad desde sus fines, metas y proyectos personales, y que en una cultura de la muerte como la que se constata en Latinoamérica, no puede dársele mayor dilación a su reflexión.

Bibliografía.
·          Jonas, Hans. El Principio de responsabilidad. (Ensayo de una ética para la civilización tecnológica). 2da edición. Herder.
·         Lucas Lucas, Ramón. El hombre espíritu encarnado. (compendio de filosofía del hombre). 4ª edición. Salamanca 1999.
·          Foucault, Michel. Vigilar y castigar. (nacimiento de la prisión). París: Gallimard, 1957.
·         Marinoff, Lou. Más platón menos prozac.  Barcelona: ediciones B, 2007.

Desarrollo temático:
a.    El tema principal:
·         El olvido de la muerte como tema de reflexión en nuestra época.

b.    Temas secundarios:
·         La muerte como  la venganza y el poder.
·         La muerte en la actualidad.
·         La subjetividad e individualidad personal frente a la muerte


[1] Cf. Lucas Lucas, Ramón. El hombre espíritu encarnado. Salamanca: Sígueme, 2003. Pág. 9.
[2] Epicúreo. carta a meneceo y máximas capitales. Madrid: Alambra, 1985. Pág. 8.
[3]  Foucault, Michel. Vigilar y castigar. París: Gallimard, 1957. Pág. 33.
[4]  Jonas, Hans. El principio de responsabilidad. Barcelona: Herder, 2005. Pág. 59.        

[5] Marinoff, Lou. Más Platón y Menos Prozac. Barcelona: ediciones B, 2007. Págs. 33-35.
[6] Reale, Givovanni. y Darío Antíseri, historia de la filosofía. Tomo VII. Bogotá: San Pablo, 2010. Págs.138-139.



LA MUERTE: PROBLEMA QUE SE HACE MISTERIO.
Reflexión a partir de la propuesta filosófica de Gabriel Marcel

DEATH: PROBLEM THAT BECOMES MYSTERY
Reflection since Gabriel Marcel's philosophical proposition.
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Autor.
Diego Alejandro Prado Pavas.
Bachiller Académico. Estudiante del séptimo semestre del ciclo filosófico. Seminario Diocesano Nuestra Señora. Marinilla, Antioquia.

Resumen analítico.
Las claves del pensamiento de Gabriel Marcel reflejan su actualidad, ya que nos pueden aportar valiosos elementos a la hora de analizar la frágil situación del hombre contemporáneo. Su reflexión filosófica señala la paradoja de vivir en un mundo que se cree día a día más seguro y fuerte cuando en realidad es cada vez más débil, y mas cuando advierte que la causa última de tal debilidad acaece tras haber construido de espaldas a la trascendencia. Una realidad que reduce las preguntas fundamentales del hombre (entre ellas la pregunta sobre la muerte) a simples problemas que se creen o se demuestran, despojándolas así del fundamento de estos cuestionamientos: su carácter de misterio. Este es el objetivo de Gabriel Marcel: dotar nuevamente las cuestiones como la muerte de su misterio, de esto trata el presente trabajo.
Palabras Claves: ser - muerte - misterio - esperanza - trascendencia.
Abstract.
The keys of Gabriel Marcel's thought are reflecting at the present time; since it can contribute us valuable elements at the moment of analyze the contemporary man's fragile situation. Their philosophical reflection points out the paradox of living in a world that feels more and more sure and strong when in fact it is more and more weak, and when he notices that the last cause of such a weakness becomes mainly of having built turned to the transcendence. A reality that reduces the man's fundamental questions (among them the question about death) to simple problems that are believed or they are demonstrated, disposing of them the foundation of these questions: their mystery character. This is Gabriel Marcel's objective: to endow questions like death of their mystery again, the present work treats about this.
Key words:  being - death - mystery - hope - transcendence.
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Sin duda, hay una pregunta que siempre nos llevará a confrontar el sentido de nuestra existencia: ¿Quién soy yo? o ¿Quién soy, que me interrogo sobre mi propio ser? Esta pregunta conducirá a otras: ¿Qué es la muerte?, por ejemplo.
Toda filosofía que intente esclarecer la pregunta por el hombre, se verá obligada a cuestionarse sobre la experiencia de la muerte[1]; se abordará este tema a partir de la reflexión filosófica desde uno de los representantes catalogado como existencialismo cristiano: Gabriel Marcel. Pero para iniciar se hará primero un breve acercamiento a su postura con respecto al problema del ser; luego se abordará la muerte como problema y por último la indubitabilidad de la muerte como misterio.   

El problema del racionalismo científico
Marcel define su obra como un Neo socratismo: basa su reflexión filosófica en una obstinada e incansable batalla contra el espíritu de abstracción propio del racionalismo científico. Los catedráticos lo han catalogado como existencialista de corte trascendental, aunque el mismo Marcel manifiesta que su postura más que existencial es de tipo personalista[2].
Para Marcel, el racionalista de corte cientificista piensa que el saber posible es el que se obtiene solamente por medio de la verificación científica. Su dilema es el de “creer o verificar”; el racionalista ve ambos caminos como antitéticos (incompatibles, contrapuestos), el creer frente al verificar, la fe opuesta a la ciencia; dejando así escapar lo esencial de la vida y del pensamiento metafísico más profundo. En vez de ser antitéticos, Marcel sostiene que creer - verificar son asimétricos[3]; pues el sólo verificar excluye todo un mundo: Dios, la persona, el contenido de la fe, la libertad, la esperanza, la trascendencia y la muerte, por mencionar algunos.
Los elementos que componen este mundo son radicalmente diferentes del mundo leído con la gramática de la ciencia, la cual, de un modo temerario, quiso colocar el problema del ser a la par con los demás problemas; pero en vez de llegar a la claridad, llevó a que se oscureciera el carácter único e irrepetible del problema del ser.
Cuando nos planteamos el problema del ser (y lo que hay contenido en él todo se hace problemático, la realidad, los otros, “el yo” se interroga. Un problema en donde se descubre que todos los datos con los que se cuenta para su solución, porque son los únicos de los cuales se puede valer, también son incógnitas. El problema del ser se ensancha sobre los propios datos y se profundiza al interior del mismo sujeto que lo plantea[4]. Así la problemática es, entonces, algo que se encuentra, que obstaculiza el camino, más cuando uno se pregunta por Dios, por el hombre, por su libertad, por la muerte, etc., hay algo diferente, se descubre que los primeros que se encuentran somos nosotros mismos, no está afuera, delante del sujeto y no se le puede abarcar.

El problema de la muerte.
“Si la muerte pertenece de alguna forma a la vida, podría decirse que es en el rostro que no se vuelve a nosotros”[5]. Sin la muerte la vida humana no es más que un espectáculo sin sabor, sin sentido, los sueños que cada uno se traza se convertirían en un simple hacer por hacer, nada edificaría, la auto superación de la que hoy en día tanto se habla, la misma existencia se convertiría en una tragedia, una condena de la cual nunca se podría ser libre.
Tampoco se puede afirmar dogmáticamente que no existe el carácter trascendente de la muerte. , Este error se encuentra en la raíz de los males más terribles que sufre la humanidad contemporánea y la peor de todas es considerar los hombres como si fueran una masa[6]; sería dejar de tener presente los caracteres de unicidad y de dignidad inalienables vistos desde el pasado como los atributos del alma humana creada a imagen de Dios. Mientras menos se piensen a los hombres como seres, mientras más se equipare la muerte humana con la muerte de los animales o de las plantas, mayor será la tentación de tratarlos igual que a simples máquinas susceptibles de ofrecer cierto rendimiento como si fuera la única justificación de su existencia[7]. El hombre es consciente que tiene que morir, y esto hace que la conciencia de su muerte esté obligada también a trascender.
Con respecto a lo anterior, Gabriel Marcel expone esta paradoja:
Teóricamente podría suponerse, que a partir del momento en que la mayoría de los hombres de una sociedad determinada dejan de creer en una vida de ultratumba, la vida terrena tendría más valor a sus ojos y se convertiría en un objeto de un respeto acrecentado; mas a ocurrido todo lo contrario: la vida terrestre aparece cada vez de manera más general como una especie de fenómeno sin valor, sin justificación, lo que da lugar a muchas manipulaciones[8].
Por tal motivo, la muerte no se puede limitar a un problema que pueda desarrollarlo el método científico, no es un evento que sólo se limita al carácter biológico. 

La muerte se hace misterio
Hay un hecho, la muerte como experiencia personal sólo se vive una vez, en el momento en que se muere.
El tema de la muerte es abarcado por Gabriel Marcel desde una ontología fundada sobre la intersubjetividad; según él, es un engaño, es una especulación desvinculada totalmente de la realidad.
Quizás una de las frases más conocidas de Gabriel Marcel sea esta: “Amar a un ser es decir: Tú no morirás”[9] ¿Cuál es el sentido o alcance de tal afirmación? El autor explica: “No se reduce a un deseo, más bien presenta el carácter de una seguridad profética en el que el ser amado no es sólo un tú, sino que, en primer lugar, es un objeto que se presenta ante mis ojos…”[10] No es desde el punto de vista del noúmeno como puede afirmarse la indestructibilidad del ser amado, sino, más bien, a partir de un lazo que une al ser humano con el otro y que no es el de un objeto[11].
Si en el mundo en donde se vive, y en el cual el hombre se encuentra rodeado de la opresiva influencia de la técnica, desaparecieran las relaciones intersubjetivas, la muerte pasaría a convertirse en un hecho brutal, como la destrucción de cualquier aparato. Menos mal que este mundo todavía no es totalmente el real y depende de la humanidad que no lo sea.
El problema del la muerte, como el de Dios y el hombre, en Marcel adquiere una connotación especifica que lo coloca a un nivel mucho más alto, que los problemas de racionamiento lógico, o los físicos. La muerte es un metaproblema, esto es para el filósofo francés, un problema que se vuelve misterio.[12] No se puede comprender ni dominar al misterio, éste no se entiende; lo que se puede hacer, es realizar un análisis de los modos de participación en él, al igual que de las experiencias cristianas de la fidelidad, la esperanza y el amor.
Es en la esperanza sobre la cual Gabriel Marcel funda el misterio de la muerte, y para ello es necesario hacer distinción entre deseo y esperanza:
Lo contrario de la esperanza no es el temor, sino un estado de abatimiento que puede presentarse bajo formas psicológicas muy variadas. Es el estado de un ser que no espera nada de sí mismo, ni de los demás, ni de la vida. Nada hay en esto que recuerde al temor; se trata más bien de una inmovilización a la vida que se congela. El temor, en cambio, va unido a la espera igual que el deseo. Esperar es tener dentro de mí la íntima seguridad de que, sean cuales fueren las apariencias, la situación intolerable en que me encuentro no puede ser definitiva, tiene que tener una salida[13].
Es verdad que esta seguridad ante lo intolerable no puede ser aplicada simplemente a la muerte, ella está ligada a la misma conciencia del carácter sagrado de la vida, la muerte tiene sentido como misterio porque se halla enmarcada en la vida como unidad, como misterio y como expresión del don divino; está permeada de aquella esperanza que impide que se cometan los más grandes abusos, que solo se presentarían en la cosmovisión de un mundo de terror edificado sobre el exterminio deliberado de millones de individuos, que no puede estar sino corrupto en sus principios y que debe rechazársele con  todas las fuerzas.
A manera de conclusión.
Así como la realidad que bajo el signo del tener, deja de ser vida, misterio, alegría creadora, y se transforma en un torbellino de objetos que absorbe inexorablemente a quien desea poseer[14]; la muerte expresada sólo como un problema asociado a la alteración de las condiciones físico-químicas necesarias para el sostenimiento de lo que llamamos vida, provoca desesperación. Por esto, algunos comentaristas de la obra de Marcel critican precisamente esta concepción del problema del ser como misterio, argumentando que esta postura lo hacía un relativista parcial, ya que el fin último del hombre no es un misterio sino una realidad[15]. Postura que es bastante ambigua, pues el misterio en ningún momento anula la existencia.
Marcel abarca el misterio en el sentido que éste nunca podrá ser abarcado totalmente, lo cual más un motivo que desanime al buscador de la verdad, es una invitación a nunca desistir de ir en busca del ser, el cual siempre será como un océano en el que siempre estaremos seguros que algo nuevo vamos a encontrar.


[1] cf. Lucas Lucas, Ramón, El hombre, espíritu encarnado. Salamanca: Sígueme, 2008. p. 313.
[2] cf. Marcel, Gabriel, Obras selectas (I), El misterio del ser. Mario Parajón. Madrid: Biblioteca de autores cristianos, 2002. p. 13 - 16.
[3] cf. Reale, Giovanni y Dario Antíseri. Historia de la filosofía, Tomo 6. Jorge Gómez. Bogotá: San Pablo, 2010.  p. 361 - 362.
[4] cf. id. p. 363.
[5] Marcel, Gabriel, Obras selectas (I), El misterio del ser. Mario Parajón. Madrid: Biblioteca de autores cristianos, 2002. p. 315.
[6] cf. Ibid.
[7] cf. id. p. 319.
[8] id. p. 316 ‑ 317.
[9] id. p. 320.
[10] Ibid.
[11] Id. p. 321.
[12] cf. Id. p. 324 – 327.
[13] id. p. 324.
[14] cf. Universidad Complutense de Madrid. Jose Luis Cañas. 15 mayo 2011. <http://revistas.ucm.es/fsl/02112337/articulos/ASHF0101110259A.PDF>
[15] ctd en Quintanar Gantenbein, Héctor Andrés, Existencia, ensayos y reflexiones: Verano, 2009. p. 34. 

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